El Pardo no solamente era elegante en la cancha, con su gambeta larga sin despeinarse su cabellera entrecana, era un Dandy fuera de ella y además, por si faltaba algo, buena gente, amigo, solidario.

Yo daba mis primeros pasos en el turismo y Julio Pino, que ya había salido de Cynsa para Iberia, fue quien nos asesoró, a mí y a él acerca de la forma de transportar pescado a Europa.

Yo un adolescente y él, con su experiencia europea al regreso, en alguna de aquellas tardes que entraba a casa de visita, nos pusimos de acuerdo en intentar juntos exportar pescado uruguayo. El primer pedido que recibimos fue de Lenguado para Francia...la cantidad era tan enorme que para cumplir, hubiésemos tenido que ponernos a pescar todos los uruguayos.

Creo que nunca logramos concretar ningún negocio pero compartimos esa iniciativa, hicimos trámites, cálculos, vimos posibilidades, mandamos cartas (obvio...nada de mails) y afianzamos una linda relación de amistad.

Y un buen día la familia decidió independizarse de Peñarol (hablando de vivienda) y alquilamos un apartamento en Maldonado y Yaguarón, a poco más de cien metros de la sede, donde tuve el orgullo de haber sido el único que nació ahí y necesitábamos una garantía.

Por supuesto, la firma la puso El Pardo.

Ahora, se fue a encontrar con el Chiquito, con Juan Vicente, Caíto, el Diablo, el Cacho, Alberto, Juan.

Gracias por todo lo que nos diste.

De los más grandes adentro de la cancha.

Inmenso afuera de ella.

Chau Julio, nos vemos.

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