La ciudad es un laberinto con seis barrios ( sestriere ) desde el más concurrido (San Marcos) hasta las callejuelas de Dorsoduro con el aire de Palermo Viejo y su bohemia elegante. Sin contar el laberinto de Jorge Luis Borges que acaba de instalarse detrás de la iglesia de San Giorgio, construida por Andrea Palladio, el genio arquitectónico del Renacimiento, entre 1566 y 1610. Muy cerca está el fastuoso hotel Cipriani y enfrente se ve la Plaza San Marco, una postal dorada en un silencio que conmueve.
Para sacarle todo el jugo a una estada corta y no caer en bancarrota, la solución es el vaporetto. Hay ocho líneas que funcionan con frecuencias de 10 a 15 minutos hasta casi medianoche y luego hay un servicio nocturno espaciado. Nadie queda abandonado. Todos los recorridos son seductores para paladear la ciudad desde ese balcón flotante.
Estas lanchas suelen ir llenas de residentes y visitantes. El consejo es tomarlas en los puntos terminales, cuando están casi vacías y tener posibilidad de ubicarse en la parte delantera o trasera como si navegáramos en un barco privado.
Siempre hay que marcar el boleto al subir para evitar ser tratado como un colado, porque la viveza criolla se ha globalizado.
Biglietti turistici
No es barato. Nada lo es en Venecia. El boleto cuesta 6,50 euros y dura 60 minutos. Uno puede cambiar de lancha durante esa hora si mantiene la misma dirección. No hay ida y vuelta. Conviene comprar un biglietti turistici a tempo , ticket que tiene un plazo de uno, dos y tres días. Eso nos permite subir y bajar cuantas veces se nos ocurra usando todo el servicio, que es bueno. Por 12 horas son 14 euros; por 24, sube a 16 euros; por 48, a 26, y por 72, la duración máxima, a 31. Cifras hasta el cierre de la nota porque suelen aumentar.
El más demandado es el N° 1, que atraviesa el Gran Canal, la diagonal más populosa con forma de S. Parte de la Piazzale Roma (al lado de la estación de tren) y a los 45 minutos llega hasta Lido, famosa por su playa y tradicional Bienal de Cine.
El itinerario es lento, para paladear sin apuro igual que un helado, porque va recorriendo los lugares más legendarios, los que hemos visto tantas veces en películas, y pasa debajo de sus cuatro puentes.
El más nuevo, terminado en 2007, es el bello diseño del español Santiago de Calatrava que sigue rodeado de polémicas. Lo llaman el Puente de la Constitución, más popularmente el de Calatrava, y lo inauguraron de noche para evitar manifestaciones de protesta.
Luego la lancha pasa debajo de los tres tradicionales. Primero el de los Descalzos ( Ponte degli Scalzi), luego el más antiguo y concurrido (Ponte di Rialto del siglo XVI) al lado de los puestos que venden pescados desde hace mil años. Y finalmente el de la Accademia, al lado de la fabulosa muestra de pintura clásica y a 10 minutos de caminata de la Colección de Peggy Guggenheim, donde se puede comer a un precio razonable rodeado de los grandes maestros del arte moderno.
La línea 2 tiene un itinerario parecido, pero acorta el recorrido y el viaje dura menos. El surtido es más amplio porque prácticamente no hay lugar de la Gran Laguna donde no se pueda llegar con esta lancha bus al paso. La N° 42 llega a Murano o al cementerio de San Michele. Las 41-42 dan la vuelta en círculo, y la 82 es expreso. Hay para todos los gustos y destinos.
Por el Gran Canal
En mi corta experiencia, para aprovechar la estada tan breve que determinaba mi bolsillo me quedaba en el Gran Canal. Comenzaba con la 1 por la mañana, callejeaba por los lugares que me tentaban y volvía al atardecer con la 2 después de tomar algo en la Plaza San Marco en el Florian (de 1720) o el Quadri (1755), lugares inolvidables porque hay música en vivo y no cobran un plus por sacarse una foto entre las palomas. Fíjese en el menú porque le puede convenir no pedir café y tomar casi por el mismo costo un cóctel con cicchetti, versión italiana de las tapas.
Por supuesto que hay water taxi (caros) y góndolas (aún más caras), pero un tip divertido, porque las paradas están a uno u otro lado del canal, es tomar un traghetto para cruzar con una ex góndola, rebajada a bote, pagando sólo un euro como si cruzáramos el Riachuelo en La Boca.
Si bien llegan a Venecia 16 millones de turistas por año, sólo tiene 70.000 residentes estables. Por eso al oscurecer la ciudad parece deshabitada y muchos restaurantes cierran. Las luces de las arañas de cristal están prendidas en sus palacios, pero no se ve gente. Muchos de los que trabajan allí se van a dormir al próximo pueblo de Mestre, en tierra firme, donde las propiedades son más económicas y cuesta menos alojarse y comer. No es lo mismo que Venecia, pero está cerca de ómnibus y trenes. Y luego se toman el vaporetto. Igual que muchos turistas que los imitan para disfrutar el doble y gastar lo menos posible.
Portal de América - Fuente: www.lanacion.com.ar