Montreal, un atajo hacia Europa
Domingo, 12 Octubre 2014 14:07

Montreal, un atajo hacia Europa
Es un poco Manhattan, un poco Londres y un poco París. Esta mezcla de las tres hace que al fin y al cabo no se parezca a ninguna. Montreal, una ciudad vertical como Nueva York, donde se habla francés como en París y se cultivan tradiciones británicas como en Londres.
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Por Pierre Dumas, La Nación


Montreal es la puerta de entrada a Québec, la provincia canadiense que resulta en cierto modo la excepción norteamericana, una suerte de atajo europeo, a sólo un par de horas de la Gran Manzana.

Como cajas chinas, Montreal -que en francés se pronuncia sin t y remarcando la r- tiene varias ciudades superpuestas. Una nueva y otra vieja, una al aire libre y otra subterránea, una alta y otra baja a orillas del río. El subte que recorre toda la isla (la ciudad fue construida en medio del San Lorenzo) permite pasar de una a otra con facilidad.

Martin Robitaille, un especialista en la historia local, explica que es muy sencillo descifrar la historia de Montreal paseando por el centro. "Los colonos que llegaron con el señor de Maisonneuve en 1641 encontraron un sitio ideal para proteger su pequeña colonia. Eran apenas 50 en medio de un inmenso continente que en ese entonces apenas empezaban a vislumbrar", cuenta. Su asentamiento creció con el tiempo sobre la isla, y cuando la ciudad pasó a manos inglesas se convirtió en el principal puerto de las colonias canadienses hacia Inglaterra. Y agrega: "Montreal fue una de las perlas del Imperio Británico y se extendió hacia lo que ahora es el Golden Mile, un barrio de palacetes y mansiones. A lo largo de los siglos XIX y XX no dejó de crecer y rodeó todo el Mont Royal, la colina que tenemos junto al centro y hoy Montreal urbanizó ya la mayor parte de la isla".

Seguimos entonces a Martin en el punto de partida: allí donde los franceses fundaron Ville-Marie en 1642. El barrio se llama ahora Le Vieux Montréal y su centro es la Plaza de Armas frente a la basílica de Nôtre Dame, construida a principios del siglo XIX sobre el modelo de la Sainte Chapelle de París. La plaza está al lado de un viejo edificio de piedras: el Seminario de Saint-Sulpice. Martin Robitaille no puede ocultar un dejo de orgullo y subraya que se trata a la vez del edificio más antiguo de la ciudad y uno de los más antiguos de América del Norte. Fue construido en 1683 a imagen de los petits-hôtels parisinos del Gran Siglo. En medio de la plaza, rodeada por edificios corporativos, se levanta la estatua de Maisonneuve, sobre un pedestal custodiado por soldados, indios y la infaltable figura de Jeanne Mance, fundadora del primer hospital de la colonia, en 1645.

Sobre un costado de la plaza, en dos esquinas opuestas de la misma cuadra, se ven otras dos estatuas singulares: un hombre y una mujer, cada uno ignorándose y mirando en direcciones opuestas. El hombre lleva en brazos un bulldog inglés, y la mujer, un caniche. "Es un guiño al pasado de la ciudad -dice Martin Robitaille- cuando las dos comunidades, francófona y angloparlante, vivían por separado dándose la espalda. Por suerte hace ya varias décadas que las cosas cambiaron y hoy la ciudad es bilingüe. Aunque en la región, y por la ley provincial el francés es el idioma dominante, hay una importante minoría de angloparlantes en Montreal."

Expo y Juegos Olímpicos

De la plaza llegamos en un par de minutos a la más popular del Vieux Montréal, la rue Saint Paul, larga y estrecha. Discurre entre dos hileras de casas de piedra y parece importada de Bretaña. En realidad fue restaurada y reconstruida sobre este modelo durante el siglo XIX. Sin embargo, fue la primera calle de la incipiente colonia y su trazado se remonta a 1672. Es el paseo turístico por excelencia: cuadra tras cuadra se suceden negocios de recuerdos, restaurantes, bares y locales de arte inuit. Sin olvidar las casas de suvenires relativos a los indios: los mocasines de cuero cosido son la artesanía más popular.

Martin aconseja hacer una pausa en el paso de la calle Saint Paul por la plaza Jacques-Cartier, que es más bien una ancha rambla en desnivel que baja hacia los muelles de lo que fue el puerto de Montreal, a orillas del San Lorenzo. La plaza Jacques-Cartier es un homenaje directo al navegante que descubrió el río y reconoció las costas de Canadá. En su parte alta están el ayuntamiento y el Chateau Ramezay, una gran mansión que fue construida para el gobernador Claude de Ramezay en 1745. Actualmente es un museo de historia y un restaurante. La calle Saint Paul corre paralela al río; antiguamente el puerto de la ciudad estaba en esta zona. Actualmente los muelles están reacondicionados para convertirlos en paseos y embarcaderos.

Con el río tan cerca, el guía recomienda entonces dar una vuelta por las islitas vecinas. Martin comenta: "Es uno de los pulmones verdes urbanos. Somos más de un millón dentro de Montreal y más de cuatro en los alrededores. Gracias a los grandes parques, como el Jean Drapeau o el Mont Royal en pleno centro, Montreal sigue siendo una ciudad de grandes espacios, no nos sentimos tan encerrados como en París o en Nueva York ni siquiera en los barrios más poblados. A pocos minutos siempre tenemos grandes espacios verdes".

Luego del paseo se puede volver en barco, auto o bicicleta. E incluso en subte, pasando debajo del agua. Si se elige la opción de los puentes se podrá ver la construcción más emblemática de la ciudad -Hábitat 67-, un clásico que los estudiantes de arquitectura han escuchado nombrar al menos una vez en su carrera. Es un conjunto de cubos de hormigón que son unidades residenciales prefabricadas con vista al río, construido por un arquitecto israelí-canadiense para la exposición de 1967.

Bajo tierra


La Biosphére, recuerdo la Expo Universal. Foto: Pierre Dumas

Al contrario, si se elige el subte para regresar a la ciudad, hay que aprovechar las paradas para conocer uno de los grandes mitos de Montreal: la ciudad subterránea. Line Le Strat es empleada de una compañía de seguros y trabaja en el centro, donde se concentra la mayor parte de las torres corporativas. Al volver a su casa, suele auxiliar a turistas que, mapa en mano, se perdieron bajo tierra. "Si uno no conoce bien los pasillos -comenta-, no es fácil encontrar su camino. Porque no se trata de una ciudad como se la imaginan a veces los turistas, sino más bien de una red de centros comerciales y patios de comidas en los subsuelos de las grandes torres, unidas entre sí por túneles que van hasta la red del metro."

Le podemos creer: aun consultando el mapa del centro, es bastante arduo llegar a buen puerto. En realidad son tres los sectores subterráneos: "Todo empezó -agrega Line- hace unas décadas, cuando se unieron dos torres bajo tierra, y poco a poco la red se extendió y todavía sigue creciendo. Quizás un día llegue a ser una verdadera ciudad bajo tierra, como se la imaginan desde el extranjero".

Próximas paradas del subte: estación Place des Arts o estación McGill. Cualquiera de las dos deja a pasos del centro; de la Plaza de Canadá (y de la gran Catedral María Reina del Mundo); de la calle Sherbrooke, con sus grandes tiendas de moda; de las calles Maisonneuve y Sainte Catherine, las más comerciales, y sobre todo del Golden Mile, el antiguo barrio chic donde se han concentrado muchos museos. El de Bellas Artes, uno de los principales de América del Norte, ocupa cuatro edificios distintos en las cuatro esquinas de un cruce de calles y es el epicentro de este barrio.

Vista a la montaña

Levantando la vista desde la calle Sherbrooke al salir del museo, se ve la masa verde del Mont Royal. Se trata de una colina de más de 230 metros de altura, bautizada así por Cartier en honor al rey francés Francisco I. Esto era en 1535... Desde entonces la colina -que los habitantes de Montreal califican de montaña- fue parquizada y convertida en un lugar donde se hace deporte o se pasea. La vista es soberbia en otoño, cuando los arces se cubren de tonalidades rojas y amarillas. Aunque una laguna se llama lago de los Castores, los únicos animales que abundan y se dejan ver con mucha confianza son las ardillas, grises y negras.

Volviendo al centro se puede parar en el barrio de Outremont, donde vive una gran comunidad judía, y en la Pequeña Italia donde se encuentra un gran mercado (el Marché Jean Talon) y una calle convertida en gran centro comercial cubierto a lo largo de varias cuadras, el Plaza Saint Hubert. También se puede recorrer el Plateau, el barrio que se puso de moda últimamente en Montreal. Hasta hace poco se concentraban allí las familias obreras, hasta que llegaron profesionales y jóvenes inmigrantes, en su mayoría franceses.

Regresando al centro, se pasa una vez más por un costado del Mont Royal, que explota de colores en esta época del otoño boreal. Martin Robitaille se despide: "Montreal no será la ciudad más hermosa del mundo, pero sí la mejor. Es verde, festiva, tiene pocos problemas de tránsito, una gastronomía excelente y una seguridad total. Todo el mundo quiere vivir en Montreal".

DATOS ÚTILES

Cómo llegar

Avión. Air Canada ofrece un vuelo diario entre Buenos Aires y Toronto. Hay más de 15 conexiones diarias entre el aeropuerto internacional Pearsons de Toronto y el aeropuerto internacional Trudeau de Montréal. Desde la Argentina, el vuelo hace escala en Santiago de Chile. www.aircanada.com

Alojamiento

Entre las numerosas propuestas, se puede recomendar el Sofitel Le Carré Doré (1155 Rue Sherbrooke Ouest, www.sofitelmontreal.com), ubicado en un lugar perfecto para moverse en la ciudad: para hacer shopping sobre la calle Sherbrooke o las vecinas Maisonneuve y Sainte-Catherine, a un par de cuadras de la Golden Mile, de los museos y del distrito de las artes, y muy cerca de la estación de subte Peel, desde donde se puede ir con comodidad a todos los barrios y los lugares turísticos.

Gastronomía

La poutine es el plato más emblemático del campo de Québec (una mezcla de papas fritas, queso y demás ingredientes). Hay muchas casas que la ofrecen sobre la calle Saint Paul y los locales de comida rápida de la ciudad subterránea. El plato local más emblemático es sin embargo el sándwich de smoked-meat, y el lugar donde se dice que hacen los mejores es Schwartz (3895 Boulevard Saint Laurent).

Traslados

Para moverse por la ciudad lo mejor es el subte. El pasaje cuesta US$ 2,70, y hay pases para tres días, para fines de semana, semanales o mensuales con viajes ilimitados. El subte no llega al aeropuerto (sí a la estación de trenes), pero la tarjeta o el pasaje es válida también para el bus que llega hasta ahí desde el centro de la ciudad. www.stm.info.

En Internet

www.tourisme-montreal.org

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