Más allá de la cuestión política de las “grandes ligas” del turismo mundial, para lo cual siempre habrá multiplicidad de posiciones y opinión, la representación de Uruguay en la reciente asamblea de la OMT en Uzbekiztán estuvo dentro de los parámetros de lo correcto y necesario.
En una palabra, se hizo lo debido y lo que se puede hacer partiendo de la limitada relevancia e influencia que tiene un país pequeño como el nuestro. Probablemente haya sido la última asamblea del ministro Viera, al menos del período, y en el breve lapso de su contacto (dos años) con el organismo, se puede afirmar que lo suyo fue positivo siempre.
No es menor tampoco la relevancia y la experiencia recogida por el Director Ignacio Curbelo de cara al futuro, ya sea desde el Estado como a nivel profesional.
Seria importante que alguna vez llegásemos todos a interpretar la importancia de definir una política turística de Estado para que no queden inconclusos los procesos de gestión de las diferentes administraciones.
La única forma de llegar a esa posibilidad es a través de la creación de un espacio conformado desde el empresariado con el aval oficial que en este caso, del único modo que puede concretarse es a través -precisamente-, de políticas consensuadas y continuas.
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