Nuestro amigo, que es de Murcia, se preguntaba si había ocurrido algún tsunami o un ataque nuclear. No se había enterado del tema de las cenizas, de lo contrario hubiera pensado que la ciudad se había sumergido bajo ellas.

Fue más o menos fácil explicarle: un poco más al sur de San Telmo o un poco antes de Olivos, había una línea imaginaria que separaba a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de la Provincia de Buenos Aires. Aunque las dos se llamaran igual, no tenían nada que ver, una era Buenos Aires y la otra, también Buenos Aires.

Le costó un poco a  mi amigo entender y a nosotros también, aunque ya nos hemos referido a que los límites turísticos no tienen nada que ver con los políticos.

No pasa solo en este caso, hay otros similares. Algunos dicen que a los que pagan impuestos en un lugar no les gusta que se promocione otro lugar. Nos suena un poco sin sentido.

Cuanto más gente venga a Buenos Aires, Capital Federal, Ciudad Autónoma o como se le quiera llamar, más gente visitará la Provincia, irá a San Isidro, a Tigre, Temaikén o a San Antonio de Areco.

Lo mismo para ir a La Plata y ver un partido de la Copa América, porque además La Plata no cuenta con  suficiente hotelería.

No darse cuenta de esto, delata una alarmante miopía.

Cuando comenzó el furor del turismo mexicano con Acapulco, los Juegos Olímpicos (1968) y el Mundial de Futbol (1970) la publicidad del Estado de Texas era: “Visite México, Vía Texas” . El estado más orgulloso de la Unión promovía un destino “al sur de la frontera”. Un ejemplo de practicidad, realista e inteligente, sin falsos localismos.

Porque reiteramos, el espacio turístico no es el espacio político y no hay peor frontera o límite que la falta de visión.

Superada la confusión, nuestro amigo murciano va a venir a Buenos Aires, una ciudad que ama, en julio, y por eso mismo no descarta visitar  Mar del Plata en el próximo verano.

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