Hasta la explosión de Buenos Aires como destino turístico internacional mundial de vanguardia, registrada hace relativamente pocos años el mercado emisor uruguayo fue siempre, el mejor cliente de la Reina del Plata.

Para un uruguayo ir a Buenos Aires, es casi obligatorio.

Ha sido, es y será el primer viaje de muchos y ha sido es y será, el destino más visitado por todos, sin excepciones.

Un joven que empieza a trabajar y cuenta con sus primeros pesos ganados, viaja a Buenos Aires aunque más no sea un fin de semana; aquellos que quieren su luna de miel y su bolsillo no les permite llegar al Caribe, a una playa brasileña o como se iba antes casi en exclusiva:  a Bariloche, no lo dudan, van a Buenos Aires.

Los matrimonios de cualquier edad, las familias tipo, eligen a la capital porteña como el lugar para la clásica escapada para ir al teatro, comprar y comer bien.

El ejecutivo de la multinacional que tiene en la vecina urbe su central regional, viaja allí varias veces por mes.

Aquel que se queda sin trabajo, entre las primeras opciones a las que decide acceder, es viajar a Buenos Aires a comprar en Once, en Avellaneda o similares, prendas de vestir para revender entre sus contactos.

Es el destino ideal de las trampas extramatrimoniales, de la promoción de productos, de la búsqueda de representaciones, de la investigación científica, cultural, artística, del diseño, de la moda y todo lo que puede sugerir, suponer y directamente ofrecer, una de las más importantes y bellas ciudades del mundo entero.

Si a todo eso le agregamos que Uruguay juega la final, que es fin de semana, que el equipo está mejor que nunca y que Luisito Suárez está on fire, reiteramos, aquí no queda ni el loro.

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