por Nicolás Raffo Menoni, desde Montevideo
Si se observa con atención, veremos que las necesidades básicas de las personas y las ciudades no han sufrido grandes cambios en el tiempo. Lo que si ha cambiado son las formas en que se resuelven esas necesidades, gracias al uso y el apoyo de las herramientas tecnológicas disponibles.
El problema está en que esa disponibilidad es enorme y que no todas las herramientas aplican a la resolución de las necesidades de cada lugar.
A esto agregarle que se necesita dinero para desarrollar las infraestructuras y los ecosistemas para incorporarlas. También que se necesitan personas que puedan interactuar con esos avances. Y por sobre todas las cosas se necesita de una gobernanza que entienda de la temática a aplicar.
Me detengo un instante en ese último detalle. Que la gobernanza entienda la temática, no quiere decir que tenga que asumirla en su totalidad, porque sería lo ideal pero tal vez pueda no tener las capacidades para hacerlo. En eso caso comprender la temática implicaría generar las condiciones para que sean otros quienes puedan suplir o resolver esas necesidades, para lo cual se necesita preparar el terreno.
No se trata solo de que un gobierno compre y aplique software, se trata de que también pueda generar las reglas claras para que sean emprendedores y empresas las que puedan aportar soluciones.
Este punto implica generar estrategias adecuadas de Govtech para que sean terceros quienes puedan colaborar, terceros que cuenten con las condiciones y la capacidad para hacerlo.
Debería de quedar claro que las tecnologías no harán inteligente a una ciudad, lo que si puede lograrlo es su correcta gestión.
No será difícil deducir que para que todo lo precedente ocurra, se necesita de planificación y de una estrategia clara. Sin embargo la realidad nos muestra que el desarrollo actual de las ciudades rara vez sigue esta lógica estructurada y planificada.
Nos marca que generalmente se asiste a diversos fenómenos respecto a su desarrollo y evolución que según ONU Habitat nos marcan varios datos interesantes:
- Para el año 2050, se predice que la urbanización pasará de un actual 45% a un entorno cercano al 70%.
- Ese aumento no se dará de forma equitativa o racional. Serán pocas las grandes urbes que aumentarán su población en cantidad y tamaño, pero habrá otras que sufrirán un proceso contrario, el de su disminución en la concentración de su población (como es el caso actual de Montevideo, que ha perdido gente en cantidad).
- Y esos aumentos se darán más a nivel de ciudades ubicadas en Asia y Africa, que serán las que más crecerán.
- Latinoamérica actualmente cuenta con un índice de urbanización que ronda en el 81%, y países como Uruguay ya están en un 95% de urbanización.
- Un dato de referencia es que en el año 1950 la población global era de unos 2,500 millones de personas de las cuales solo el 20% vivía en ciudades, en comparación contra el 45% actual sobre 8,200 millones de personas que viven en las urbes.
- En un mundo que necesita producir alimentos para sobrevivir, asistimos a una reducción drástica de la vida en los entornos rurales.
Hoy todo se piensa dentro de una lógica smart o inteligente, en el entendido de que la tecnología es de gran ayuda, pero perdiendo de vista que muchas veces esa misma tecnología, aplicada y adoptada sin criterios, objetivos y sin una estrategia previa definida, pueden terminar siendo una complicación, más que una solución.
Lo que en un principio podría verse como inteligente, en realidad no lo será. La inteligencia pasa por poder hacer un uso racional y efectivo de la disponibilidad de datos existentes. Disponibilidad que debe ser primero ubicada y luego transformada en conocimiento para la acción. Es una realidad que esa inteligencia, para ser tal se debe usar y no solo alardear. Y ese uso debe hacerse para resolver los desafíos y las necesidades de las personas que la habitan, que son quienes deben poder hacer uso y disfrutar de una mejora de su calidad de vida.
En caso contrario, ¿para qué servirían todos esos avances?
Y si nos enfocamos en los desafíos que las urbes actuales deben ser capaces de resolver, veremos que pasan por:
1. La seguridad
2. La movilidad y el transporte,
3. La limpieza y el saneamiento
4. La accesibilidad e inclusión.
5. La resiliencia y la adaptación al cambio climático.
6. Garantizar el acceso a servicios básicos (Educación, Salud, Cultura, Ocio y Alimentación).
7. La participación ciudadana para facilitar y apoyar a su Gobernanza.
8. La disminución de la pobreza y de las grandes nuevas brechas.
9. La necesidad imperiosa de sostenibilidad.
Si se logran resolver esos desafíos para quienes habitan la ciudad día a día, inevitablemente estaremos construyendo mejores destinos, porque el turista termina siendo un “ciudadano temporal”, que consume esos mismos servicios.
La conexión con el Turismo Urbano
El turismo se desarrolla dentro de los territorios, no es una burbuja aislada, por lo cual directamente se verá afectado o facilitado por el correcto desarrollo y resolución de esos desafíos.
Todo lo que se piense para la ciudadanía local, será en beneficio de los turistas que la visiten, así como también lo serán sus problemáticas como la falta de seguridad, de transporte, de propuestas culturales y ocio, etc.
Ante este hecho, adquiere nuevamente relevancia el ámbito de la gestión.
Gestión que para los destinos turísticos puede adoptar diferentes modelos, pero lo que no deben perder de vista es que esa gestión debe estar enfocada en las experiencias de quienes la visitan.
Tenemos aquí un nivel o dimensión diferente al de la gestión de toda la ciudad y esa realidad dependerá fuertemente de la cantidad de visitantes que reciba el destino, en estrecha relación con la cantidad de personas que lo habitan en su cotidianeidad.
No es lo mismo gestionar un destino turístico en una ciudad donde viven 10 millones de personas y que reciba anualmente un millón de visitantes, que si esa misma cantidad de visitantes llegara a un destino donde viven 1 millón o a otro donde viven 250,000. Esas escalas se tornan fundamentales porque la presión y los beneficios de esas llegadas generarán diferentes impactos.
Ni que hablar de las necesarias infraestructuras que se habrán de disponer en uno u otro caso para resolver las llegadas en cuestión.
En Uruguay tenemos diferentes ciudades que podrían ser destinatarias de la llegada de turistas que les permitirían generar oportunidades de desarrollo local y generación de puestos laborales para muchos de sus ciudadanos.
Y para eso hay que prepararse, podremos traccionar a nivel país con el eslogan de “Uruguay te sorprende” pero necesitaremos que cada destino se prepare adecuadamente y que también generen sinergias entre sí, porque de esa manera será más fácil captar personas que nos quieran visitar.
No mencioné intencionalmente la realidad rural en este artículo, realidad que nuestro país bien podría aprovechar, y me he enfocado en destinos predominantemente urbanos, en el entendido de que son realidades y necesidades distintas, a pesar de que muchos de los desafíos planteados se puedan repetir.
La verdadera inteligencia de una ciudad, será el reflejo de la satisfacción de sus propios residentes, que podrán compartirlo y transmitirlo a todos aquellos que las visiten, ya que se sentirán jueces y parte de esa realidad.
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