Una acción promocional políticamente incorrecta
Lunes, 17 Agosto 2020 08:53

Una acción promocional políticamente incorrecta

A fines de 1973, no se habían popularizado las campañas de marketing oficiales en nuestras tierras, para promocionar los destinos turísticos, como ocurrió a partir de los noventa. Se recurría a cartelería y mensajes sencillos sin mayor grado de sofisticación, llevando la delantera el sector privado, con los ejemplos de Francisco Piria y Mauricio Litman, dos genios del “marketing turístico” que utilizaron las herramientas más variadas e innovadoras en su momento, para promocionar sus desarrollos en Piríapolis y Punta del Este respectivamente, a fines del siglo XIX y en los años cincuenta del siglo XX.

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por Ramón de Isequilla, desde Madrid, @ramonpunta

La aparición del ejemplar nº 67 de “Locuras de Isidoro” en diciembre de 1973, titulado “Montevideo mon amour” no sabemos si obedece a una casualidad, fruto de la trama argumental de un personaje de historieta o responde a una acción promocional “sofisticada” ideada en su momento por las autoridades turísticas uruguayas, dirigida a la alta burguesía argentina de ese momento, cliente principal de Punta del Este. Lo más probable es que sea lo primero, pero de haber sido la segunda razón, lo aplaudimos con total entusiasmo.

El personaje de la historieta en cuestión es Isidoro Cañones, salido del riñón argumental de las aventuras de Paturuzú, un cacique patagónico que no ahorraba esfuerzos para hacer el bien sin mirar a quién, que tenía un padrino porteño de dudosa moralidad.

A lo largo del relato va nombrando lugares, personajes y situaciones que muestran el Uruguay de los setenta y las costumbres de un segmento de la población, que se había convertido en aspiracional para la clientela de Punta del Este.

Un personaje festejado y denostado, pero imprescindible para entender una época del Rio de la Plata.
 
Argumento

Es diciembre de 1973, Isidoro está al igual que su barra de amigos, preocupado sobre cómo van a festejar el fin de año. Inesperadamente llegan a su casa en Buenos Aires dos funcionarios que vienen en representación de la “Comisión de Turismo del Uruguay”.  

Le explican que el motivo de la visita es “algo fundamental para el turismo de nuestro país”, “hemos estudiado varias campañas de promoción y nos decidimos por algo que atraerá turistas de todas partes del mundo” , “se trata de invitar a una figura internacional cuya sola mención atraiga la atención de miles de turistas”, “no nos fijaremos en gastos, ¿está dispuesto a viajar a Punta del Este?”, a lo cual contesta: “Punta del Este debe ser la meta final, luego de haber recorrido todo el Uruguay, de extremo a extremo”.

A pedido del propio Isidoro deciden viajar esa misma noche en el “Vapor de la Carrera”, de ahí en más comienza una detallada descripción de la bondades y diversión del Vapor de la Carrera, donde convence al capitán y pasaje de desembarcar en Colonia en lugar de Montevideo.

A partir de la llegada a Colonia menciona permanentemente lugares y personajes de Uruguay, como los Blandengues de Artigas, Radio Colonia (la radio más escuchada en Buenos Aires en tiempos convulsos), el encanto cautivador de la ciudad vieja, la calle de los Suspiros, el casino del Real de San Carlos, el hipódromo y Colonia Suiza, que la describe simpáticamente como un lugar de viejos.

Se dirige en auto a Montevideo encabezando una triunfal caravana y cuando llega  cientos de fans le dan la bienvenida, siendo su “anfitriona”, una querida amiga, excelente agente de viajes y pionera del turismo rural en Uruguay, que no daré su nombre pues no he podido comunicarme con ella para solicitarle permiso de mencionarla.

En ese momento, cambiando los planes que le habían preparado, decide con toda su comitiva ir a comer un “asado” al Cerro, aprovechando los frigoríficos de la zona, teniendo un risueño final que es su apunamiento por la “altura del Cerro de Montevideo”.

De ahí se dirigen al hotel “Victoria Plaza”donde continuan los festejos y le ofrecen ir a la estancia de un conocido productor agropecuario, pariente del actual presidente, que tampoco nombraré, en una avioneta , eligiendo el Departamento de Florida como destino, cuna del culto a San Cono para pedirle por el éxito de su gira y luego jugar al 03, donde por supuesto ganará una fortuna.

De vuelta en Montevideo van al “boliche de más onda”, Zum Zum, saludando al portero por su nombre, pues se lo ha mencionado el inolvidable amigo Fraga, portero de Mau Mau de Buenos Aires (que se dio el lujo de no dejar entrar a Sylvie Vartan por ir de pantalones y a Johnny  Hallyday por portar zapatillas).

Quiere homenajear a Uruguay con candombe y con la música de la orquesta de  Donato Racciati, donde interviene Carlos Paéz Vilaró llamando a la comparsa del “Conventillo del Medio Mundo”. En el medio del baile le informan que ganó  en la quiniela con el 03, reservando el dinero para jugar en el “Gran Premio Ramirez” el 6 de enero. Continuan la gira montevideana asistiendo a un partido entre uruguayos y argentinos que termina empatado en el “Estadio Centenario” y luego a comer la famosa pizza por metro, con una cerveza “Doble Uruguaya”, viajando al Departamento de “Durazno” a comer el postre, anunciando que posteriormente irán al Departamento de “Canelones” a comer canelones a la Rossini, finalizando la jornada en el “Hotel Cotagge” en Carrasco.

Cuando deben partir hacia Punta del Este, hace un cambio de planes y decide tomar un helicóptero y se va a Mardel Plata a buscar a su “barra” de amigos, organizando un “puente aéreo Mardel Plata-Punta del Este”.

Así finaliza una pormenorizada descripción de los atractivos de Uruguay para los argentinos en los principios de la década del 70, demostrando un conocimiento minucioso de lugares y costumbres de la burguesía rioplatense.
 
Un poco de historia sobre Isidoro Cañones

Martín Greco hace un pormenorizado relato sobre quién es Isidoro Cañones, que reproducimos textualmente para aquellos que no lo conocieron y para refrescar recuerdos de los que disfrutaron en su momento de estas aventuras, precursoras de los comics actuales, donde menciona las críticas provenientes de segmentos radicalizados políticamente de aquella época.

Dice textualmente: “Locuras de Isidoro apareció en Buenos Aires en julio de 1968, publicada por la editorial Dante Quinterno. Su primer director fue Toti Agromayor; los dibujos eran responsabilidad de Tulio Lovato y los guiones de Mariano Juliá y Faruk (Jorge Palacio). La revista llegó a tirar 300.000 ejemplares.

Isidoro Cañones es un playboy chanta y vividor, que dilapida el dinero ajeno. Su personalidad, dice Judith Gociol en La historieta argentina. Una historia (Buenos Aires: De la Flor, 2003), “podría definirse por la negativa: es vago, débil, temeroso, afecto a la noche, al juego, a las mujeres y a la bebida. Como contrapartida, es ocurrente y divertido, sabe ser simpático y hacerse querer. Isidoro no envejece nunca. Tampoco madura”. Al protagonista lo acompañan su tío, el Coronel Cañones, el mucamo Manuel y Cachorra, nieta del misterioso Coronel Bazuka, que aparece a partir del número 31, pero adquiere su apariencia definitiva a partir del 49.

Antes de llamarse así y tener una revista propia, el personaje de Isidoro tuvo una larga historia que comenzó en la década de 1920, como muestran José María Gutiérrez y Judith Gociol en La historieta salvaje. Primeras series argentinas (1907-1929) (Buenos Aires: De la Flor, 2012). En su compleja evolución, desde 1925, tuvo atributos cambiantes y se llamó Panitruco, Manolo Quaranta, Julián de Montepío, Isidoro Batacazo, Un porteño optimista o Don Gil Contento...

Este último, en 1928, recibió la visita de su ahijado, el último indio tehuelche, Curugua Curiguagüigua, que pronto fue rebautizado con su nombre más perdurable: Patoruzú, personaje que crecería tanto hasta el punto de acabar eclipsando a su huésped y desarrollándose en todos los medios de la cultura de masas de entonces: diarios y revistas, radio, discos, cine y lo que hoy se conoce como merchandising.

El periodista especializado en cómic Diego Accorsi describe la dinámica de los relatos: “Las aventuras no se desarrollan en torno a un villano, a una búsqueda del tesoro o a cualquiera de los factores tradicionales de la historieta clásica. En Isidoro, el pasarla bien gratis, el divertirse y divertir a sus amigos, el estar a la moda y vivir como el más despilfarrador sin tener que trabajar, genera la acción, la motivación de cada historia” (Introducción a Dante Quinterno, Isidoro, Buenos Aires: Biblioteca Clarin de la Historieta, 2004). En este mismo volumen, el escritor y psicoanalista Luis Gusmán afirma que “así como Patoruzú siempre es temerario y va al frente hasta el sacrificio y el heroísmo, Isidoro es lo opuesto. Actúa entre bambalinas, el coraje no es su fuerte y se lo puede definir como un tarambana que vive enrollado y casi siempre termina mal. Ese destino inexorable lo vuelve un antihéroe un poco querible a partir de sus fracasos, nunca demasiado malo ni demasiado cínico como para juzgarlo. Como en esos personajes de los diálogos platónicos o como los payadores que se necesitan los unos a los otros, es posible que no haya Isidoro sin Patoruzú y, viceversa, Patoruzú sin Isidoro”.

No hay duda de que se trata de una historieta y un personaje controvertidos, que han recibido en el tiempo numerosas lecturas con perspectivas diversas. Señalemos cuatro de ellas, que ponemos a disposición en nuestra biblioteca de estudios críticos.

• En agosto de 1973, la revista Militancia, vinculada a la izquierda peronista, inicia una sección sin firma titulada “La colonización en la prensa”. La primera entrega está dedicada a Locuras de Isidoro, en la línea del entonces muy difundido estudio Para leer al Pato Donald de Ariel Dorfman y Armand Mattelart. Según esta lectura, existe en Locuras de Isidoro una propuesta política que “trata de mostrar una sociedad armonizada entre el ocio de la clase alta, el respaldo y sustento a esa política asumido por las Fuerzas Armadas, contando con el consentimiento permanente y servil de los trabajadores. [...] Isidoro transmite a sus ingenuos y jóvenes lectores toda la inmoralidad de fondo y cinismo de una clase social que se reconoce a sí misma en la imagen del playboy que no trabaja”.

• Poco después, en abril de 1974, en el primer número de LENGUAjes. Revista de lingüística y semiología de la Asociación Argentina de Semiótica, Oscar Steimberg publica su artículo “Isidoro. De cómo una historieta enseña a su gente a pensar”. El análisis indica las diferencias entre “el Isidoro antiguo y el Isidoro renovado”, es decir, entre el personaje que pertenecía a un relato episódico secundario breve en el interior de la revista Patoruzú, y el personaje surgido en 1968, al convertirse la historieta en el material único de un comic-book quincenal. Desde este modo “la historieta pasa a convertirse en un comentario editorial periódico de la marcha de ciertas relaciones sociales”.

• En 2007 se estrena el film de animación Isidoro: la película, dirigido por José Luis Massa, con Dady Brieva en la voz de Isidoro y Luciana Salazar en la voz de Cachorra. En concomitancia, el Grupo Editorial Norma publica El libro de Oro de Isidoro, una abundante recopilación de historietas originales, junto con abundantes materiales complementarios. El prólogo fue encargado a Juan Sasturain, quien repasa allí las distintas etapas de la evolución de Isidoro: “Es sabido que el personaje que cristaliza finalmente en Isidoro Cañones nació varias veces, conoció distintos nombres y avatares, como las deidades hindúes, hasta alcanzar su forma definitiva. Es algo propio de los muñecos de historieta irse haciendo en el tiempo, crecer y desformarse por el autor pero, sobre todo, a partir la repercusión entre los lectores. Si Patoruzú nació formalmente tres veces, Isidoro siguió un proceso similar, paralelo y complementario. Lo notable es que al arquetipo porteño del atorrante, arribista y vividor, Quinterno lo pensó primero. Patoruzú (como Popeye, como Clemente) es el personaje ocasional que irrumpe como variable loca en la tira diaria, desde un papel secundario y ridículo y, desde ahí, se va apropiando del protagonismo, hasta quedarse finalmente con el cartel y el título”. Concluye Sasturain: “El último avatar será la separación de ambas series de historias: vivir aventuras con Patoruzú en rol secundario y hacer “locuras” como personaje principal mientras vive con el Coronel. Padrino apadrinado o sobrino desheredable, Isidoro (Cañones) corporiza la infracción, la incorrección en el fondo amable y contenida por el orden inmutable que encarnan sus tutores. Quinterno e Isidoro pertenecen a un mundo –el de su alevosa y gloriosa juventud– que ya hace mucho no es el nuestro”.

• Pocos meses después, el 18 de enero de 2008, Liliana Viola escribe, para el suplemento Las 12 del diario Página/12, “El fin de la parranda”, una lectura feminista de la película y el libro antes mencionados. Ya desde el comienzo, el texto es lapidario: “Un sarcófago que sólo la nostalgia pudo profanar, dejó a la vista –o mejor dicho, dejó salir de parranda– a Isidoro Cañones, compañero de infancia de argentinas y argentinos que hoy rondan los 40 y 50 años: llegó en versión cine primero, y ahora versión Libro de Oro”. Viola señala que “Considerar a las mujeres como una debilidad, junto con los caballos, el whisky y la timba, era entonces una gracia, más que eso: señal de hombría, un valor que sumaba más y más mujeres. Incluso para el viejo Cañones, prototipo de bonhomía anticuada pero bonhomía al fin, «cumplir con una señorita» era un asunto que merecía la vista gorda y hasta algunos billetes extras para el sobrino. Las chicas de Isidoro son idénticas a Isidoro, preocupadas por despilfarrar el dinero que no ganan, por figurar en la última farra, cachorras de su misma clase, una oligarquía apoyada en tierra y armas. Y si no, son chicas de cabarets de la época (Karim), felices de pertenecer aunque sea desde su posición de mercancía decorativa.

Es un mundo que llega hasta el oscuro 1976, donde la corrección política no ha nacido y cuestiones de género que hoy se pueden considerar básicas y fuera de toda discusión no figuraban en la agenda”.

La revista publicó historietas originales hasta mediados de la década de 1970 y luego, como republicación de materiales antiguos, con el título Selección de las Mejores Locuras de Isidoro, apareció hasta bien entrados los años 2000, superando los quinientos números”.

Para los que deseen ver el original de la revista y la película, cuyo argumento no es el que nos ocupa, pero pone en contexto al personaje.

Ejemplar de la revista:
Locuras de Isidoro nº 67, diciembre de 1973, “Montevideo mon amour”

Isidoro “La Pelicula” 2007

Portal de América

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