por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires, en cuarentena
Pienso que en estos momentos, más que en esta pandemia del coronavirus la realidad impone pensar en el día después, que marcará el inicio de otra pandemia, esta vez político-económica, que será tan grave como la que afectó a la salud pública.
Esto significa que estamos en otra víspera existencial que no es más que esa situación en que una cosa será causa de otra cosa futura.
La tentación en estos casos es la de peticionar y responder con soluciones sectoriales, como parecería ser la idea del Reino Unido de nacionalizar, por ahora parcialmente, a BA, imponiendo condiciones en cuanto a su gerenciamiento, como la de reducir los pagos de dividendos, reducir los "bonos" y otras medidas de austeridad que parecen lógicas, ya que esa nacionalización se financiará con recursos públicos.
Existiría la posibilidad que Madrid y Londres tomen una decisión conjunta. en la que la nacionalización se podría dirigir al propio IAG mediante aportes de ambos gobiernos.
En el caso de Argentina, Aerolíneas Argentinas ya fue nacionalizada hace más de diez años, pero es obvio que su necesidad de recursos será mucho mayor y algunas estimaciones ya la ubican en alrededor de los tres millones de dólares por día para lo que resta del año.
La mayoría de las líneas aéreas están demandando recursos del estado para financiar esta cuarentena que también afecta a los aviones.
En este punto los gobiernos deberán hacer frente a una realidad total, que será como decíamos antes, la situación en que estará la economía el famoso día después.
En mi opinión, lo peor que se podría hacer es parcializar las "ayudas" y pensar en nacionalizaciones coyunturales.
En cada país se deberá precisar con qué masa de recursos se cuenta, determinar las prioridades, y luego proceder a la adjudicación de recursos que no necesariamente deberían ser concesión de dinero cantante y sonante.
Es obvio que el esfuerzo debe ser por parte de todos los habitantes contribuyentes, ya que somos quienes aportamos los recursos mediante el pago de impuestos y demás contribuciones.
En el caso de Argentina, país quebrado, sin acceso al crédito y dependiente de sus propios recursos, la cosa es muy complicada, ya que la solución no se logrará mediante emisión espuria de dinero, como algunos lo proponen de modo demagógico, desconociendo nuestra propia historia.
Habría que disponerse una suerte de "cuarentena económica", por un plazo mínimo de un año, durante el cual se rebaje a la mitad la presión fiscal, entendiendo impuestos y demás cargas de naturaleza fiscal.
Se debería proponer una política salarial de emergencia, que implicaría un achatamiento temporal de la masa salarial, estableciendo un salario mínimo real que cubra las necesidades de una canasta familiar razonable. A partír de esa base el importe de esa canasta se impondría un límite para las remuneraciones máximas, en todos los niveles, que podría ser el equivalente a cuatro o cinco canastas.
Por último se debería diseñar un sistema de subsidios dirigidos exclusivamente a la demanda, que tendría proporcionalidad con la canasta familiar razonable. Es decir mayor subsidio a quienes perciban el equivalente a una canasta e iría disminuyendo en la medida que el salario sea mayor.
Es obvio que estas medidas no se deberían imponer sino consensuar con la participación del gobierno, y entidades representativas de trabajadores y empresarios, y a su vez con participación directa en el gerenciamiento del sector empleador.
El salario que se perdería durante la emergencia, debería relacionarse con los respectivos beneficios que se pudieran obtener en ese periodo en una suerte de participación accionaria que se liquidará a partir del transcurso de un año en el que haya finalizado la emergencia salarial.
De hecho, esta propuesta apunta a una reforma laboral que cree el accionariado del personal trabajador en un mismo nivel con el que tienen los inversores, permitiendo su participación en la gestión empresaria cualquiera sea su forma legal. El aporte de trabajo tiene un valor económico que se debe ponderar y distinguir de la remuneración.
Estimo que no nos debe encandilar el reparto de dinero a diestra y siniestra como parecería ser lo que pretenden algunos. Los milagros económicos no existen y la multiplicación de peces y panes fue un símbolo que en la época actual solo se puede log,rar mediante el esfuerzo mental y físico.
Si caemos en el error de repartir recursos solo se agravará la situación.
En conclusión la política debe instrumentar medios económicos en los que los aportes directos de dinero sean mínimos, por lo menos en Argentina.
Sería el comienzo del régimen de gobernanza que resumiría como la forma de gobierno de la persuasión y participación.
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