por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.
Como decíamos, no se conocen los detalles del contrato suscripto de Estado a Estado, como lo ratifica el e-mail del cruel desengaño, pero nos permite entender lo de las “misiones a Moscú” y el costo que debió afrontar el Estado Argentino para conseguir más o menos alrededor de 24 millones de dosis de la vacuna Sputnik.
Hasta hoy faltarían recibir 5,5 millones de la dosis 1 y 13,1 millón de la dosis 2, lo que quiere decir que hay 13 millones de personas que recibieron una sola dosis, que se debió aplicar dentro de los 21 días de recibida la primera. Ese plazo se extendió luego a 90 días. Tuve la suerte de recibir la segunda dosis al cumplirse el día 84 de la primera aplicación, pero a la fecha ya hay gente que no recibió la segunda dosis y se superó el famoso "plazo extra” de los 69 días de gracia (21 más 69 = 90). Por supuesto esa gente no sabe si deberá iniciar nuevamente el proceso de vacunación o los 90 días se pueden seguir estirando hasta que el Señor Putin vacune a su gente o se apiade de la joven despechada que suscribió el e-mail en nombre de todos nosotros, de donde también casi todos pasamos a ser la “grela” del tango.
Pero hay otro tema más preocupante que demuestra la desaprensión con que se maneja “la cosa pública”.
Sabemos que cada “misión a Moscú” partía de Ezeiza sin saber cuantas dosis traería en su vuelo de regreso, y menos si se incluía aunque fuera una dosis de la segunda aplicación.
Es obvio que el contrato debió establecer fechas de entrega, cantidad y tipo de dosis, y si no se hizo se mostraría grave negligencia propia que hasta justificaría que nos hayan violado gratuitamente y en público. Entonces, no tenemos modo de saber si realmente Moscú incumplió en plazos de entrega, dosis y el tipo, primera o segunda, o si su obligación de entrega era discrecional, como pueda y cuando pueda, como parece que fueron y son las cosas.
Ante este nivel de incertidumbre ocasionado por la imprevisión de la “recomendada” por Onimani al presidente argentino “en comisión”, la tal Cecilia Nicolini, la autora del e-mail, era lógico que solo Aerolíneas Argentinas estuviera predestinada para ejecutar la “misión a Moscú”, como lo explicó el Presidente de la empresa.
Se imaginan que era imposible contratar a cualquier otra línea aérea para decirle, “cuanto me cobras por traer vacunas de Moscú, un día de estos y no se cuántas…”. Me imagino la respuesta te cobro la capacidad integra de carga de mi avión y el tiempo que lo tenga indisponible para hacer los viajes necesarios, cuando a Putin se le ocurra …”
Era obvio que sólo Aerolíneas Argentina estaba destinada para ser protagonista de las sucesivas “hazañas a Moscow”, tenía los aviones inactivos en el aeropuerto y los héroes disponibles para los intrépidos vuelos, todo por obra y gracia de la cuarentena eterna.
“Cuánto te puedo cobrar” habrá pensado el presidente de Aerolíneas Argentinas y asi se lo develó el 25 de marzo pasado al diario Página 12: “La opción más adecuada es la contratación de un carguero en una operación chárter como las que el Ministerio de Salud contrata a Aerolíneas Argentinas, a un costo que está por debajo de los valores de mercado y con un servicio imposible de igualar ya que al tratarse de la aerolínea de bandera, absorbe los costos de las contingencias que pudieran ocurrir como demoras, reprogramaciones o cualquier otro evento que pueda surgir”(sic).
Finalmente, el presidente de Aerolíneas marcó la intención política: “algunos de los críticos son conocedores del funcionamiento de líneas aéreas o de comercio exterior y llama la atención que pasen por alto estas nociones tan básicas que pueden ser desconocidas para el público en general, pero que son más que evidentes para cualquiera que tenga alguna experiencia mínima en logística”.
Asi son las cosas en esta Argentina que ni el dadaísmo podría haber descripto mejor
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