Piria y un corazón en ruinas
Domingo, 17 Febrero 2013
M. Umpiérrez
Hay una extraña presencia al pie del cerro Pan de Azúcar. La construcción imita a un castillo con torreones circulares en sus esquinas, iguales a los de un juego de ajedrez. Fue la residencia de Francisco Piria, el “centro de operaciones de su emprendimiento agroindustrial” como prefirió calificarlo el alcalde de Piriápolis, Mario Invernizzi, quien no cree en su leyenda mística. Pero por ahí también se dice que allí tenía su laboratorio y realizaba las iniciaciones de sus discípulos alquimistas.
por María Orfila
El castillo, inaugurado en 1897 en un paraje a cuatro kilómetros de la costa, llegó hasta el presente inmerso entre la historia oficial y la esotérica. No obstante, la historia que hoy relatan sus paredes despintadas dista mucho de lo que se espera de un monumento histórico nacional. Allí se han acumulado décadas de desidia. “Ese museo y el estado del castillo no representan con rigor histórico la vida de Piria”, criticó Invernizzi. El municipio hizo una apuesta fuerte: su rehabilitación integral.
Actualmente, solo se puede visitar el piso inferior. Las caballerizas y el pueblo andaluz –escenografía de la serie española Curro Jiménez– están clausurados y son utilizados como depósito para los cientos de neumáticos que se utilizan en las carreras automovilísticas. El piso superior del castillo, el acceso a la terraza y al mirador fueron cerrados al público en 2011. “Cerramos para proteger la integridad de las personas y al patrimonio del castillo”, dijo Invernizzi.
El mayor riesgo es el desprendimiento de los torreones. A simple vista se pueden ver largas rajaduras. La humedad y la falta de mantenimiento, han hecho estragos. También contribuyó una planchada de hormigón mal hecha sobre los techos originales que empuja los pretiles y los torreones. En cuestión de pintura, la del exterior está tan deteriorada como la del interior, con una capa sucia.
Gilda Soca, funcionaria del museo, no descarta que también hayan influido las vibraciones causadas por las explosiones mineras en un cerro contiguo hace más de 20 años.
La planta baja se recorre en unos pocos minutos. Lo único que hay en exhibición es un busto femenino, algunas terracotas pintadas de marrón, un retrato de Piria (con el marco cascado), y tres carteles con datos históricos bastante amarillentos. No se le entrega al turista ningún folleto. Unos soportes en las paredes delatan que algún día hubo más carteles, pinturas y objetos de los tiempos de Piria.
Invernizzi relató que muchas piezas del mobiliario original fueron saqueadas durante las décadas que el castillo estuvo abandonado, preso de líos sucesorios. “Hasta fue utilizado como depósito de leña”, señaló el alcalde. También fue discoteca. Y lo más increíble es que en sus fondos funcionaba el vertedero municipal. Ahora, éste fue trasladado medio kilómetro hacia adentro y solo recibe podas y escombros. “Era una falta de respeto”, apuntó.
El paseo por las instalaciones se completa con un corredor donde hay esqueletos de viejos carruajes. No hay más nada: salvo paredes descascaradas y parches de compensado en las puertas.
La imagen es decepcionante si se conoce lo que existía en los tiempos de Piria. “Los interiores eran los de un palacete: molduras, cielorrasos, dorados a la hoja, entelados”, describió Patricia Rabosto, secretaria ejecutiva de la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación. La solución rústica fue la que prosperó entre los sucesivos dueños para evitar los costos del mantenimiento de la decoración.
Una escalera de granito gris lleva al piso superior donde hay tres dormitorios. Algunos ambientes, al igual que los baños y la cocina, no son de época, por lo que nunca fueron incluidos en el museo. Esto se debe a que fueron modernizados por la familia del embajador Rodolfo Comas Amaro que residió en el castillo entre 1975 y 1980. Estos propietarios, inclusive, retiraron una estatua de Apolo, dios del Sol, que coronaba una fuente, para construir una piscina, hoy rellenada con tierra y pasto.
El jardín es otra obra diseñada por Piria aunque, al igual que al castillo, le queda poco de su esplendor. El pasto está muy crecido y bastante seco. Tanto que la funcionaria advierte que hay que andar con cuidado para evitar ser mordido por alguna yarará. Pero, por lo general, los turistas andan solos y no hay ninguna advertencia de la presencia de serpientes venenosas.
Lo más valorado del parque es el aire fresco que corre a la sombra de los pinos, las palmeras y los dragos. Los últimos son unos ejemplares exóticos traídos por el propio Piria desde Islas Canarias.
A pesar de su estado, el castillo de Piria es uno de los lugares más visitados del balneario. Mientras que duró la visita de El Observador, no pararon de llegar vehículos y ómnibus cargados de turistas extranjeros. Sin embargo, lo poco que hay para ver obliga a irse en un rato. Es por eso que parte del objetivo del alcalde es que, una vez remodelado, exista un plan de gestión en conjunto con privados que atraiga y retenga al turista y logre ser económicamente sustentable.
Parte de la desidia con la que fue tratado este monumento desde que fue adquirido por la Intendencia de Maldonado en 1980 es que nunca fue una fuente de ingresos. La entrada siempre fue gratuita.
El municipio de Piriápolis ya está listo para llamar a licitación para las obras de recuperación del castillo. Para una primera fase cuenta con una partida de US$ 350.000, más un aporte de 350.000 pesos del Ministerio de Educación y Cultura. Invernizzi aseguró que el objetivo es “recuperar” el estado original del castillo.
Rabosto explicó que primero se “atacarán las lesiones mayores” en la azotea, terraza, mirador, fachada y los portones (ya retirados). Se habilitarán dos habitaciones del piso inferior para que los visitantes vean una muestra histórica renovada sobre Piria, el castillo y la ciudad. Una intervención será la sustitución de los tanques de agua por la conexión al servicio de agua potable entre la ruta y la parte inferior del castillo. Esto evitará que se siga ejerciendo presión sobre los pretiles. Para la excavación se contará hasta con arqueólogos. El anhelo de la experta es que la primera parte de la rehabilitación concluya antes de la próxima temporada.
Pero el alcalde y Rabosto quieren ir más allá. No quiere solo atraer turistas sino que el castillo sea el puntapié de la “refundación de Piriápolis” y la recuperación de la memoria de las familias del balneario. “Tiene que ser un elemento de identidad del piriapolense”, afirmó. Él mismo disfrutaba de tardes de picnic en la glorieta cuando era niño y hasta confesó que iba a “robar” butiá.
Atrás del castillo hay una ruina que un día fue la casa de Doña Liberata, la partera y curandera de varias generaciones. “Le cortó el ombligo a mucha gente. Esa historia también hay que contarla. El corazón (de Piriápolis) es el castillo de Piria”, concluyó.
Portal de América - Fuente: www.elobservador.com.uy




