Tanzania, Malaui, Zambia y sus fieras
Domingo, 01 Junio 2014

Tanzania, Malaui, Zambia y sus fieras
La expedición que atraviesa el continente negro en coche explora tres escenarios casi perfectos del África salvaje: el parque de Ruaha, en Tanzania, el bello Lago Malaui y el parque South Luangwa, en Zambia.
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por Javier Brandoli

Llegaron las prisas, las obligaciones y las fechas. Todo lo que dejamos atrás al salir de Madrid y que amenazaba con aparecer y acabar con tanta generosa anarquía. De pronto se puso una fecha de fin del viaje sobre la mesa que nos hizo contar con las manos, dedo a dedo, y entender que ahora debíamos comenzar a renunciar, un verbo hasta entonces prohibido.

Lo primero que cayó fue ascender el Kilimanjaro, y luego fue el Serengeti y el Ngorongoro, y luego los hadzabe, una tribu que caza con arco y a la que un concesión de caza les ha dejado sin el 90% de sus tierras. «Debemos elegir algunos iconos y renunciar a todo lo demás», hablamos Vítor y yo. Y la elección se hizo por descartes, pues ya conocemos todos los países que nos quedaban por atravesar, y decidimos ver Tanzania, Malaui y Zambia en un solo lugar desconocido por ambos. Un todo o nada en el que no mirar el mapa para evitar suspiros.

En Tanzania el parque elegido fue Ruaha. Tras dormir en Morogoro, bajo una montaña y una tormenta, llegamos a las inmediaciones de un lugar tan salvaje como vacío. Por casualidad encontramos un único lodge funcionando, el Hill Top, con un profesional y entregado grupo de trabajadores muy jóvenes. Estaba en una colina y desde su balcón de madera se contemplaba un mundo de ramas profundo e infinito con sus mil otoñales colores.

Un bello atardecer

Allí contemplamos el que recuerdo en estos más de cuatro años de vida acá como el atardecer más bello que nunca contemplé en este continente. A mi izquierda el sol se apagaba y se encendía un volcán que partía en pedazos el cielo. Nunca contemplé una brecha en el horizonte que escupiera nubes de color rojo, naranja y amarillo con tanta violencia. A la vez, a mi derecha, salió de entre las montañas una luna llena grande, limpia, que parecía estar inmóvil para contemplar la erupción de aquellas nubes. Y allí estábamos nosotros solos, en el medio, sintiéndonos demasiado privilegiados por lo que hacían los otros.

Luego a la mañana siguiente entramos en el parque y seguimos el cauce de un río donde la vida salvaje se contemplaba en versión original, en un escenario casi perfecto cuando se sueña con la África salvaje. Esa noche ya dormimos en Mbeya, una ciudad casi fronteriza con Malaui, en un hotel nuevo y barato, Mkulo, que olía a cloaca y cuya camarera confundía un filete de ternera con uno de hígado. «No queda ternera acertó a explicar ante la queja».

En Malaui apostamos por el norte, ya que el sur lo conocíamos bien, y por el consejo de un amigo viajado en esta zona, Ángel Esteban Vacas, que nos recomendó visitar Livingstonia y la Mushroom Farm. Y ese lugar es un hotel que hace un año compraron una hermana y hermano norteamericano y que está en la cima de una montaña a la que se llega tras escalar con el coche una de las pistas más duras que nunca hicimos en África.

Retirado del mundo

Y allí viven en un complejo de cabañas reformadas, simples pero con encanto, un grupo de jóvenes que se ha retirado del mundo, que ayuda a la comunidad local y que tiene unos tiempos propios en los que todos los que sepan entenderlos están invitados. Sin querer etiquetarlos, pero para que se entienda, es algo parecido a la película La Playa. Viven allí para poderse permitir vivir realmente solos.

Bajamos felices aquella montaña y dormimos una noche junto al bello Lago Malaui. No tuvimos más tiempo para este país y nos fuimos a Zambia. No volvía allí desde 2010 y me pareció que el país tiene cambios profundos. Las mejoras de infraestructuras son evidentes y parece estar en un proceso de mejora que me alegra profundamente (algo que nos confirmó mucha gente en la casa de Dani, un libanés amigo nuestro, que nos invitó a una macrofiesta en la capital, Lusaka).

En Zambia elegimos South Luangwa, un parque del que había escuchado hablar maravillas. Y esta vez las expectativas no se cumplieron pero porque se quedaron cortas. South Luangwa es una maravilla de la naturaleza, un parque lleno de animales que viven junto a un gran río en el que no caben más hipopótamos y cocodrilos y en cuyos campos no caben más manadas de animales pastando. Nosotros acampamos en el Cocodrile Camp y pasamos allí dos noches fascinantes. ¿Qué decir de un parque en el que nada más entrar te recibe un leopardo y sus dos crías?

El mundo en libertad


Allí coincidimos con un francés que lleva 16 años viajando por el mundo en su coche casa. «Salí un día de mi aburrida vida y ya no he vuelto. Yo no viajo, vivo de esta manera. No volvería a casa ni para morirme, mi casa es el mundo en libertad», nos contaba este galo que llevaba en su puerta una frase del Principito como emblema, y viajaba con una joven canadiense que es ahora su esposa.

Luego llegaron las dos noches de Lusaka, donde tuvimos que acometer algunos arreglos del coche y ver a amigos tras lo que se acabó también Zambia. En total, habíamos cruzado tres países en ocho noches. Lo hicimos con la cabeza virada siempre al sur y tragando saliva ante tanto desvío que vimos y no tomamos. «Apostamos por Namibia», nos dijimos Víctor y yo ya en la frontera. Apostábamos por, quizá, el lugar más bello del mundo.

Portal de América - Fuente: www.ocholeguas.com

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