Uno de los principales atractivos para la gente del hemisferio norte y especialmente para los estadounidenses, no eran nuestras playas, sino la seguridad. Esa seguridad que respaldaba la inquietud de llegar a nuestras costas para vivir nuestra tradición con los cinco sentidos, recorrer nuestro rico patrimonio y relacionarse, a veces, hasta la emoción.
Todo eso ya fue.
Hace unos años un amigo, empresario del sector que viajaba muy seguido a Brasil y visitaba por negocios a uno de los consolidadores de pasajes aéreos más fuertes de San Pablo (su empresa emitía más que todo el BSP de Uruguay que supera ampliamente los U$S 300 millones). Un día este señor le pidió a mi amigo que no usara más su Rolex cuando fuera a su oficina. “Un día nos van a copar para robárselo” le dijo y agregó: “Cuando mi esposa quiere usar sus alhajas, la llevo un fin de semana a Punta del Este”...
Las autoridades de nuestro turismo, en lugar de recitar mentiras estadísticas; inventar circuitos para quedar bien con las bases; quitarle trabajo al Mides haciendo Turismo Social y dilapidar viáticos viajando a destinos exóticos de los que jamás vendrán turistas, deberían haber sido menos soberbios y copiar lo que hacen los destinos turísticos serios, por ejemplo, mejorar la conectividad aérea con los mercados alternativos al argentino, por ejemplo, el del estado de San Pablo.
Pero eso es pedirle peras al Olmo, nada que no sea iniciativa del ministro en las sombras, Benjamín Liberoff, prosperará.
Lo primero que debería hacer el próximo gobierno debería ser instalar una auditoría en el Mintur, con énfasis en la ruta del dinero proveniente del BID, empezando por los clusters, siguiendo por los centros de Bienvenida y muy especialmente en el fatídico Corredor de los Pájaros Pintados para el que se dilapidaron más de seis millones de dólares.
El supuesto “éxito” del turismo uruguayo en manos del Frente Amplio, es una de las mentiras más grandes de los últimos años.
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