Incendios en España: se nos quema el alma
Lunes, 25 Agosto 2025

Incendios en España: se nos quema el alma

Arden nuestras raíces, nuestro patrimonio: los bosques, nuestros pulmones, nuestras entrañas, nuestros pueblos, lo rural, nuestra memoria. Nuestras raíces. Se quema lo que fuimos, lo que somos, lo que ya no seremos.

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por Marina Vega,  Condé Nast Traveler

Estos días lloro por los corzos, ciervos, zorros y lobos de la bellísima montaña palentina; por los castaños, robles y encinas de Las Médulas; por los cerezos, ciruelos y olmos de ese edén que es Jarilla; por mis queridas Arribes del Duero, por el Parque Nacional de Picos de Europa, por el Valle de Valdeón. Lloro por los habitantes de los municipios de El Bierzo, de Zamora, de Ourense, de Cáceres o de Guarda (Portugal) que están viendo arder su entorno e incluso sus casas. Rabia, impotencia, frustración. El fuego lo destruye todo. Ya van más de 100.000 hectáreas calcinadas, una cifra que quita el aliento. Lloro por los pueblos.

Mi abuela Rosa nació hace 91 años en Almaraz de la Mota (ya despoblado). Mi abuelo Jesús, en Serrada. Mi abuela Ángeles, en Villalón de Campos. Mi abuelo Román en Fuentes de Nava. Y ellos amaban sus pueblos, los cuidaban, los defendían, los protegían y, sobre todo, los veneraban. También, y sobre todo, el entorno natural que los rodeaba porque era su alimento y su cobijo, su fuente de vida. Mis abuelos saludaban a sus vecinos por su nombre. En las grandes ciudades, poca gente sabe quién vive puerta con puerta. El individualismo urbanita se me antoja egoísta y distante. Falta humanidad. Un abrazo a tiempo, una palabra de consuelo, un arrimar el hombro. No somos conscientes de lo que estamos perdiendo.

Incendios en España
Incendios en España: unas personas observan un incendio forestal en Castrillo de Cabrera. 

Estos días, algunos turistas desorientados preguntan en redes sociales si se puede subir al Curavacas o si está cortado el acceso por los incendios en España. En la televisión, una veraneante madrileña se queja de que han anulado su tren de Madrid a Ourense y que se va a quedar sin vacaciones. Como si el territorio fuera un producto de consumo, como si la naturaleza fuera un objeto de usar y tirar. La falta de empatía está haciendo su agosto.

¿Acaso es desconocimiento? ¿Quizá es que los humanos ahora somos insensibles? ¿Será ignorancia disfrazada de desafección? “Ya decía Antonio Machado hace 80 años que tuviésemos cuidado con la sociedad que se iba a quedar en el momento en el que saliéramos al campo y no supiéramos llamar a las cosas por su nombre. No saber qué aves cruzan el cielo, no saber qué árboles crecen en nuestro entorno, no saber qué cumbres nos rodean... No saber nada o, peor aún, no querer saber nada de nuestro entorno, de nuestro hábitat natural y de la naturaleza que nos circunda es someternos a la ignorancia sobre lo más elemental. Si no conocemos algo, es difícil valorarlo y por tanto protegerlo”, publica en sus historias el productor audiovisual palentino Miguel Sánchez, gran embajador del territorio castellano.

“Es un fracaso como sociedad y como civilización que perdamos así nuestros bosques, nuestro medio natural y nuestro medio rural. El estilo de vida que llevamos está cada vez más alejado de un equilibrio con el entorno natural, acusando una falta total de coherencia y responsabilidad con el medio rural que nos nutre de víveres y vivires, con el lugar y el modo con el que adquirimos los alimentos y el origen de los mismos”, reivindica.

Los esfuerzos de la Unidad Militar de Emergencias  española continúan extinguiendo el incendio que se declaró en la...
Incendios en la Sierra de Ourense.

Escucho en la radio a un bombero explicar que los incendios se apagan en invierno. “Prevención, previsión, profesionalización” son palabras que repiten los expertos estos días. Sergio Martín Muñoz, miembro de la Brigada helitransportada de Valdemorillo, alerta en la televisión de la problemática a la que nos estamos enfrentando: “Ahora hacemos un uso más recreativo del monte, antes había un aprovechamiento tradicional (basado en la agricultura y la ganadería), había un paisaje mosaico alrededor de los pueblos y eso hacía que los incendios no entraran en las poblaciones”, explica.

​​Borja Barba, que vive en Saldaña (Palencia), visibiliza en su Instagram la importancia de la ganadería en extensivo en alta montaña: “¿Sabéis quiénes han ayudado a los medios de extinción de incendios a frenar el avance de las llamas en el Valle de Pineda?”, publica junto a unas fotografías de unas vacas pastando en libertad.

Precisamente este año una de mis lecturas estivales es Gracias a la vida, del biólogo Miguel Delibes de Castro (hijo de Miguel Delibes Setién): una oda a la maravillosa biodiversidad de esa naturaleza indispensable. En el libro, dedica cada capítulo a seres vivos que constituyen el ecosistema que habitamos: malas hierbas, lombrices, hongos, buitres, microbios, escarabajos, fitoplancton, murciélagos, ostiones, ostras y zorros.

¿Qué pasará mañana, en unos días, en unos meses? El futuro es tan incierto como desolador. El paisaje será negro ceniza, el cielo será gris humo. Leo en El arte de la quietud una frase de Thomas Berry: “La degradación física del mundo natural es también la degradación del mundo interior del ser humano”.

El historiador cultural alertaba de algo vital: “No estamos hablando con los ríos, no estamos escuchando el viento ni las estrellas. Hemos roto la gran conversación y, con ello, hemos destrozado el universo”. En este mundo actual, hiperconectado y veloz, se me antoja paradójico que estemos tan desconectados de lo realmente importante: la naturaleza es nuestro hogar, no un lugar al que ir de excursión o de vacaciones. ¿Cómo no vamos a luchar por nuestra madre tierra?

Portal de América

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