por Ramón de Isequilla, desde Madrid
Cuando en una simple frase intentamos resumir una reflexión, estamos dando una enunciación sencilla para un tema complejo, con la consecuencia de las dificultades de interpretación que puede traer.
Dicho lo cual, para intentar dar un poco de luz al tema, es necesario dar un paso atrás y realizar, aunque sea, una breve descripción utilizando algunas metáforas, de cual es mi concepción del turismo, resumiendo en tres párrafos miles de páginas de descripciones y explicaciones.
Vemos al turismo como una casa, dividida en propiedad horizontal, con muchos propietarios privados, donde se realizan actividades complejas, que es permanentemente visitada por distintas personas para realizar alguna actividad o simplemente para no hacer nada.
La casa está construida sobre un terreno de propiedad pública, terreno que utilizan los propietarios de la casa para instalar algunas infraestructuras y disfrutan sus visitantes.
El estado, como dueño del terreno y responsable del bienestar de los propietarios, visitantes y vecinos, debe regular, supervisar y fomentar las distintas actividades que se realizan.
Luego llegamos a la “política” que para definirla recurrimos al diccionario, sobre todo a la 2da acepción. “Actividad de los que gobiernan o aspiran a gobernar los asuntos que afectan a la sociedad o a un país”.
Y a “ideología” en la que también nos decidimos por su segunda definición “Conjunto de ideas que caracterizan a una persona, escuela, colectividad, movimiento cultural, religioso, político, etc”.
Establecido el marco conceptual, llegamos finalmente a explicar que entendemos por “la política cuando entra por la puerta”.
El turismo es la manifestación más visible de la “clase media” y del ejercicio de la “libertad”, por ello es atacado por ideologías que basan su estrategia, en que el estado es quién debe decirnos que debemos hacer y que la sociedad sea reducida a una masa pauperizada que vive de las cartillas de racionamiento.
En esa “casa” donde habita el turismo, se vive un clima de libertad y crecimiento, ligado a la iniciativa privada y al eficaz control por parte del Estado para evitar abusos e injusticias y que, producto de sus medidas la base de actuación social del turismo sea cada vez mayor y más personas puedan disfrutarlo en paz y armonía, preservando la casa y el terreno para generaciones futuras sin agotar ni canibalizar los recursos.
El círculo virtuoso del turismo en el último medio siglo, ha llamado la atención y el interés, de grupos fuertemente ideologizados de la extrema izquierda en todas sus variantes y como ventana de oportunidad de políticos para lograr una llegada amable a los electores, hablando y opinando hasta el cansancio durante campañas electorales y olvidándose del mismo hasta las próximas elecciones, con un matiz, los políticos del oficialismo destacan que todo va bien con el turismo y los de la oposición sosteniendo que la realidad turística es un desastre, ambos sin ningún tipo de información exacta y comprobada.
Esta es la primera y más sencilla de las entradas de la política por la “puerta”; la segunda es la “ideología” que puede estar conducida por políticos de partidos legales de acuerdo a la Constitución, que es el menor de los casos y principalmente por organizaciones y/o chiringuitos que hacen de la ideología su forma de vida, subvencionados por los Estados nacionales o locales y por empresas privadas cotizantes en bolsa, victimas del “buenismo políticamente correcto”, difundidas obscenamente sin ningún rubor, por las cadenas televisivas y prestigiosos periódicos de circulación nacional, que escudados en consignas de sustentabilidad, pasión por la ecología y demás eslóganes, y algunas veces detrás de una nórdica carita angelical, son la cocina de la Turismofobia, muy común en los últimos tiempos en ambientes separatistas. Todas estas huestes entran a la “casa” pateando la puerta sin ningún complejo y alejados de los sutiles métodos de los políticos tradicionales.
Pero como hemos dicho, los políticos y su plataforma no son todos así, siendo en su mayoría sensatos defensores de la actividad, llegando por fin a la tercera categoría, la de los empresarios, que entran por la puerta con el objetivo de consolidar su “política” que no es más ni menos que su posición de privilegio, producto de un capitalismo de amiguetes, en el cual su éxito empresarial consiste en prebendas y competencia desleal en el mercado.
Resumiendo, cuando decimos que “cuanto la política entra por la puerta, el turismo se va por la ventana” hablamos de malos políticos, de activistas antisistema y de empresarios inescrupulosos, a los probos políticos y a los empresarios cabales los excluimos expresamente de la frase sobre “la política que entra por la puerta, que hace salir al turismo por la ventana”.
Portal de América
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