Durante el verano boreal el turismo español se juega los resultados de todo un año. Un mal estío no se recupera en invierno, eso lo sabe cualquier camarero de los que desprecia el ministro de consumo.

El flujo de turistas británicos se ve afectado por las medidas restrictivas que pueda tomar su gobierno, bastante erráticas por cierto, pero en su última disposición pese a castigar a España y no a Portugal (esta con peores números de contagios), las Islas Baleares quedaban en la lista de los lugares sin restricciones a su vuelta al Reino Unido de sus nacionales, buena noticia y un alivio para empresarios y trabajadores mallorquines, ibicencos, menorquines y ofiusinos.

La semana pasada Mallorca recibió, como todos los años normales (¿es este un año normal?), varios contingentes de jóvenes estudiantes de la península que celebraban su fin de curso. Durante su estadía participaron de varios conciertos masivos que pese a ser desaconsejados por las autoridades policiales y sanitarias, por el peligro que implicaban, fueron autorizados por el alcalde de Palma de Mallorca, miembro del PSOE y perteneciente a una coalición de gobierno formada por PSOE, Unidas Podemos y Més per Mallorca, que nunca han mirado con buenos ojos al turismo y se han puesto de perfil en las manifestaciones turismo-fóbicas de años anteriores.

El menú de “macro festivales” fue completado con “macro botellones” y el resultado blanco y en botella, fue “macro contagio”.

Los jóvenes comenzaron a volver a sus comunidades de origen contagiados por el virus, contabilizándose más de mil doscientos casos, generando más de cuatro mil personas en cuarentena, varios internados y dos en la UCI, uno de ellos el padre de uno de los jóvenes.  

Luego de varias semanas de retroceso en los contagios, en los últimos días la tendencia se revirtió coincidiendo con estos sucesos (¿coincidencia?), a lo que debemos sumar el fin de la obligación de usar mascarillas en lugares abiertos, siempre que se mantenga la “distancia social”, porque el gobierno de la sonrisa quiere que seamos felices, sin máscara y eligiendo el género que se nos ocurra.

A esta altura del relato, se podría decir que las cosas no se podían hacer peor, pero no se equivoquen, se pueden hacer peor. La presidenta de Baleares, Francina Armengol, en el cargo desde hace seis años (involucrada en un escándalo de vulnerar sus propias disposiciones al ser sorprendida con su gabinete, en un bar a las dos de la mañana en pleno confinamiento por la pandemia y haber bloqueado la investigación legislativa de las denuncias de prostitución de menores internadas en un organismo público, cuya custodia y seguridad eran responsabilidad del gobierno balear), como los acontecimientos se le escapaban de las manos tomó el camino más corto, confinó en un hotel a más de doscientos menores sin permiso de sus padres, sin orden de un juez y sin constancia de PCRs positivos o haber estado expuestos por proximidad a contagiados, medida que una juez acaba de anular, permitiendo una cuarentena obligatoria únicamente a los positivos.
En lugar de manejar la situación con prudencia en lo sanitario y en lo mediático, provocó otro escándalo, que ignoramos si va a tener alguna consecuencia en la política sanitaria del Reino Unido respecto a Baleares.

Confiamos en la capacidad de los empresarios y trabajadores turísticos españoles para salir de la situación que nos afecta, que podía haber sido evitada con un poquito de criterio de los gobernantes.

Portal de América