por Luis Alejandro Rizzi, desde Buenos Aires, Esta dirección de correo electrónico está siendo protegida contra los robots de spam. Necesita tener JavaScript habilitado para poder verlo.

El Gobierno contrató a Aerolíneas Argentinas -AA en adelante- para el traslado de insumos médicos, biológicos y equipamiento desde el extranjero al país, por un monto de u$s 36 millones que se pagará en pesos a la tasa de cambio del  Banco de la Nación.
En el copete, se transcribió el modo en que lo informó el portal Infobae, dando cuenta de los hechos que justifican esa contratación que nosotros expusimos en "Las vacunas, Aerolíneas Argentinas, Moscú y un e-mail".

La disponibilidad de aviones sin vuelos previstos, estacionados en Ezeiza, la obvia disponibilidad de personal aeronáutico y los inconvenientes que significaría contratar a otro transportista al que habría que pagarle por adelantado, dado el estado de virtual falencia del Estado y además los costos de eventuales demoras.

Se presenta la contratación como una genialidad del Jefe de Gabinete y de la Ministra de Salud, por el modo en que habrían “ahorrado” recursos públicos.

Lo preocupante es la liviandad de los argumentos usados, a AA le pagamos cuando se nos ocurre, no nos cobra las demoras, tiene los aviones parados y le faltó decir que su personal cobra aunque no trabaje, como si todo ese costo lo pagara el Señor Mandrake desde su galera, es obvio que no lo haría desde su bolsillo.

Lo que se calla es que, aunque no se hubiera contratado a AA, el Estado igual le pagaría todos los costos generados por su inactividad.
Lo que resulta infantil es decir que AA no le facturaría los costos por demoras, lo que si bien puede ser cierto, los cobra luego vía “subsidios”.

Lo que me resulta triste es con la liviandad o levedad del modo en que se administra el transporte aéreo y la falta de voluntad de los funcionarios públicos, en especial del área de transporte, para ofrecer mejores fundamentos para justificar la contratación.

La verdad, no es necesaria ninguna justificación, ya que dadas las circunstancias y lo que parecería ser imprevisiones en la compra de las vacunas “Sputnik”, AA era la única alternativa posible para su transporte, como también lo explicábamos en la nota referida.

Habría sido destacable si hubiera existido algún gesto, por ejemplo, una renuncia a percibir viáticos cuyo pago cuesta justificar, ya que no se advierte qué gasto puede haber tenido el personal que no desembarca en la escala, sino que va y regresa en el mismo vuelo, llevando el catering necesario para las más o menos 38/40 y pico de horas que dura el periplo aéreo.

Sería bueno que ahora que se han comprado vacunas a Moderna y Pfizer a la industria norteamericana, se de a conocer el contrato firmado con Rusia para la provisión de la Sputnik.

Por último, conviene aclarar que el costo de traer las vacunas no serían solo los u$s 36 millones que se pagarán en algún momento, a esa suma hay que agregar los subsidios que el año pasado rondaron los u$s 600 millones.

La verdad, mi tía abuela me diría que los vuelos de AA para traer las vacunas habrían costado 636 millones de dólares, ya que además de los subsidios se paga el flete.

Un poco caro, ¿no…?

Si, saldría más barato pagar los costos de las demoras, según la cuenta que me hizo el almacenero de la esquina de mi casa…

En esta historia de las vacunas quedan dos “negocios” sin aclarar, el primero es el del farmacéutico Hugo Sigman con el que se contrató la compra y elaboración parcial en Argentina de las vacunas Astrazeneca que serían fraccionadas en México, y el de Marcelo Figueiras, dueño del laboratorio Richmond, para fraccionar y envasar la Sputnik.

Figueiras hizo este negocio por la intervención gentil del ex Ministro de Salud de la provincia de Buenos Aires, Daniel Gollan, que “gentilmente” le pasó el dato en el sentido que el gobierno ruso estaría buscando farmacias para que produzcan las dos dosis de esa vacuna.

A esa intermediación, por supuesto “oficiosa”, se habría negado desde un principio el laboratorio Pfizer, lo que podría ser una explicación en la demora para comprar sus vacunas.

En ese lapso tuvimos 105.000 muertos por el Covid-19.

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