por Sergio Antonio Herrera, desde Budapest
Viena
Concierto en el Palacio de Schönbrunn.
Mozart, Strauss, Klimt, Francisco José y María Teresa entre otros notables, fueron los anfitriones de un lugar espectacular, elegante, ordenado, pulcro, que exalta cultura.
La formidable experiencia del concierto en Schonbrunn; el inovidable recorrido por el museo del Castillo de Belvedere; la imponencia del Palacio Imperial de Hofburg; la novedad para nosotros del Pabellón de la Secesión con el Friso de Beethoven precisamente de Gustav Klimt y la imponencia del Parlamento como una postal de la antigua Grecia, fue un regalo para los sentidos.
Viena seguramente es la mejor ciudad de las que conocemos respecto al servicio de UBER, impactante eficacia. Y más allá de las controversias, de si afecta o no al transporte y a la economía de las administraciones oficiales a la hora de la recaudación, se trata de un servicio cuasi mágico para un turista que no habla el idioma local y debe trasladarse desde un punto a otro. En promedio dos minutos de espera y como al comienzo, más barato que el taxi.
Dos frustraciones: lo que vimos navegando por el Danubio entre Durnstein y Melk, bastante pobre en paisaje y el desmentido a Strauss acerca del color del río que no tiene nada de azul y que más bien nos lleva a García Lorca "Verde que te quiero verde" y la famosa torta de chocolate de Sacher (fuimos tres veces, las dos primeras nos hicieron desistir las inmensas filas para ingresar) y si bien la tercera fue la vencida, no nos gustó la torta, ni la revancha que nos tomamos con algo parecido a un Alpino de la confitería Carreras de Montevideo el cual deja chiquito al elegido.
Praga
La cabeza de Kafka, por David Cerny.
Llegamos con el convencimiento (debido a muchos insistentes calificativos grandilocuentes) que poco menos estaríaos en el paraíso o al menos en la sucursal.
Es una ciudad muy bonita, plena de contrastes, pero no nos dio en absoluto, la convicción de ser un destino turístico acogedor, máxime, para quienes hablamos español.
Manifiesta tosquedad en el relacionamiento humano, es rarísimo encontrar una carta de restaurante escrita al menos en inglés y sus precios no son nada accesibles.
Quedamos conformes con lo que vimos, es un lugar acerca del cual debemos decir con sinceridad que hay que visitarlo, que ofrece contrastes, que el Castillo de Praga; el puente de Carlos; la Ciudad Vieja y la obra de David Černý, son por sí solos motivos contundentes para llegar hasta allí. Pero si en este momento nos preguntan si volveríamos, si quedamos con ganas de estar algunos días más, la respuesta es negativa.
Budapest
Parlamento de Budapest a orillas del Danubio.
La capital húngara nos reconcilió con el Danubio. No en vano la Unesco ha declarado Patrimonio de la Humanidad a un buen trecho de su paso por esta capital.
Sus diez puentes, la belleza y señalada identidad de las monumentales obras como el Parlamento por ejemplo, le dan a su costa un particular encanto.
El paseo nocturno en barco es imperdible, el señorío del café New York, el Goulash y su manifiesta vocación de ser parecida a París, han hecho que el tiempo de nuestra estancia haya sido escaso y nos hayamos prometido volver.
Estamos terminando este artículo en una sala de la zona de embarque del Aeropuerto de Budapest, en unas pocas horas estaremos en Estambul iniciando una nueva aventura, en este caso, la turca.
Ya les contaremos.
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