El gran acierto de la convocatoria de este singular rosarino es que reúne (quizás como muy pocos, poquísimos) características tan especiales que lo convierten en alguien que -al menos para nosotros-, debería ser consultado formalmente de aquí en más a la hora de diseñar nuestras próximas estrategias promocionales.
Lo destacable, y digno de atención son algunas características que deja clartas en la charla como su gran sensibilidad, el poder de observación, no solamente desarrollado, sino comprometido por demás y la autoridad que le confieren muchos años de seguimiento de nuestra realidad a través de nuestros músicos, escritores, nuestros paisajes, los detalles de la gastronomía autóctona y fundamentalmente, del modo, el "Modo Uruguay" como lo define para nosotros, en forma inédita e impactante.
"A mí Uruguay me lo contaron Benedettí; Viglietti; Drexler; Onetti; Felisberto Hernández y por supuesto José Carbajal, Los Olimareños y el Postre Chajá, el Fainá. Cuando voy para Uruguay (dice en la comunicación por Zoom, desde Rosario), lo hago con Zitarrosa, con Drexler y sé que me voy a encontrar con el uruguayo de voz respetuosa, que es solidario, que invita".
En el avance de la charla anuncia que va a decir quizás, algo polémico y se lanza: "Al turista, más que ir a un museo a ver los cuadros, que a lo largo de los años nos han hecho creer que por ahí pasa la cultura, le interesa más tener la perspectiva del destino y cuando me refiero al modo, es que quieren comer, actuar, tener los ritos de la comunidad que visitan. No va tanto en comer determinadas cosas sino en ver y disfrutar de la ceremonia del asado, de la picada, de ver el fuego, de poder hablar con el asador, que por cierto no debe estar necesariamente vestido de gaucho, ya tenemos los que andan con boleadoras en los cinco estrellas, eso que es de plástico".
Ante la consulta de cara a la realidad que indica que los primeros protocolos que van a salir son los de los hoteles y restaurantes y que actualmente el turismo se lee en números y no en cualidades, sino desde la óptica de lo cuantitativo y pensando que hay vidas y hay comunidades que tenemos que pensar cómo están afectadas por el turismo, se le planteó si no será el momento de repensarnos, de reinventarnos.
"El empresario está muy enfocado en los números, pero sin embargo, hay resultados intangibles que le van a asegurar que el cliente vuelva, como la satisfacción. Vos podés cobrar muy barato pero si lo trataste mal, el tipo no vuelve más. Empiecen a atender los valores intangibles, pónganlos arriba. Para apreciar mejor los paisajes y tener más seguridad hay que potenciar las visitas guiadas".
Como al pasar, consultado acerca de la disyuntiva de seguir intentando reivindicar el tango en Montevideo a través de la insistencia en que La Cumparsita es uruguaya, si no sería oportuno poner esfuerzo en promover el carnaval, con énfasis en la Murga y también en el Candombre como Patrimonio de la Humanidad, con humor que pasó inadvertido, De Benedictis tiró "¿Es uruguaya La Cumparsita?" y en un tono más convencional sentenció: "Así como Buenos Aires se quedó con el tango, ustedes se quedaron con el Carnaval y la Murga. La gente, cuando llegue la primavera querrá salir y buscará destinos de cercanía y allí hay que trabajar con la gastronomía como elemento de identidad. Nadie sabe que es el Chajá o el Massini o las húngaras".
Consultado acerca de cómo hacer para que venga a conocer los signos de identidad la gente que no está tan cerca, De Benedictis sostuvo que hay que utilizar como Caballo de Troya a los embajadores que en su arte tienen el modo, como Viglietti, como Drexler, que es lo que a él le hace contagiar. "No sé cómo no lo han visto los empresarios, los que están en el tema. No hay que hablar de cultura, hay que hablar de un modo..."
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