por Jaime Amador

Hace pocos días un crucero tuvo problemas para atracar en México, porque se sospechaba que un viajero tenía ébola. Belice ha prohibido al Carnival Magic atracar en su puerto porque se sospecha que un pasajero del barco padece este virus, lo cual no está confirmado. O sea, situación de riesgo a dos niveles, por uno el real, de la posible existencia de un barco contaminado y, menos serio desde el punto de vista sanitario pero igual o más grave en lo económico, situación de pánico en el mercado, entre los posibles clientes, etcétera.

El tema, como ven, no es sencillo. Hay varias razones para pensar que este asunto no se quede aquí. Primero, entre los tres mil viajeros de un crucero es absolutamente posible que algunos tengan fiebre sin que ello suponga, en absoluto, que sea ébola. Segundo, es razonable que se tomen medidas de precaución porque la convivencia que tiene lugar en un barco podría dar lugar a un problema difícil de gestionar y, tercero, es relativamente comprensible que muchos puertos se nieguen a que un barco con un sospechoso atraque porque, de ser cierta esta enfermedad, los riesgos para la ciudad y su sistema sanitario podrían ser abrumadores.

Esto, como ustedes ven fácilmente, tiene consecuencias en el mercado que, esperemos, no tenga más repercusiones que las de otras alarmas rápidamente olvidadas. Sin embargo, a día de hoy parece que el tema del ébola va a durar, lo cual no sugiere que comprar acciones de las grandes navieras vaya a ser un buen negocio en el corto plazo.

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