por Ramón de Isequilla, desde Madrid, España
Israel, uno de los destinos turísticos más maravillosos del mundo, se encuentra en estado de guerra, luego del ataque terrorista de Hamas desde la Franja de Gaza y la posterior complicidad de Hezbolá desde el Líbano, todos fontaneros de Irán, centro del terrorismo mundial.
Este estado de guerra ha paralizado el turismo en toda la región, hasta ahí son consecuencias crueles pero previsibles, sin embargo, en las últimas 48 horas ocurrieron circunstancias que pueden tener repercusiones impredecibles, no sólo en los aspectos geopolíticos, sino en forma indirecta en nuestra materia, el turismo.
La explosión de los beepers del martes 17, impactaron en la opinión pública mundial como una nueva forma de beligerancia, pero las explosiones de los Walkie-talkie del miércoles 18, son una señal de alarma para nuestra vida cotidiana, ya que cualquier aparato de comunicación, (por qué no mañana los móviles) pueden convertirse en un arma mortal.
En los últimos tiempos los teléfonos móviles son parte de nuestra vida, siendo su uso permitido ya hasta en los aviones, no imaginando que pudiéramos viajar sin ellos, pero quién nos garantiza que no sean al igual que los beepers y los Walkie-talkie una potencial bomba.
¿Prohibirán que nos subamos a un avión con nuestro móvil, como ocurre hoy con ciertas baterías y patinetes?, ¿deberemos simplemente apagarlos o entregarlos en custodia como las armas?, sea lo que fuere, la vida se nos presenta más compleja.
Quizás, la solución más segura ante la posibilidad, que un móvil sea una posible bomba, será apagarlos, depositarlos en una caja blindada, aislada de comunicaciones, con seguridad ante incendios, en la bodega del avión, sin embargo esperemos que no lleguemos a ello pero no nos olvidemos que “La primera víctima cuando llega la guerra no es la verdad, es el turismo”.
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