En julio se anunciaron las desapariciones en la práctica de otras dos compañías, una de forma inmediata, la otra con algo más de retraso: SAS, de Escandinavia, y Air Baltic. Air France-KLM se convertirá en accionista mayoritario de SAS.
Quedan aún algunas menores que integrarse, pero todo acabará más o menos como está hoy en Estados Unidos: tres grandes, muy grandes, una gran low cost y después un montón de aventureros que sobreviven con dificultades pero sin poder avanzar verdaderamente.
En realidad, es una concentración que tiene su lógica: cuando el mundo era Europa, era normal que cada país tuviera su aerolínea; cuando pasó a ser Occidente, ya hubo bajas, pero es que hoy la aviación es global y una aerolínea europea en realidad compite con las chinas, con las del Golfo, con Turkish, etcétera. Y si las europeas compiten a ese nivel, las batallas por mercados pequeños e irrelevantes no cuentan.
La caída de SAS, anunciada y esperable, fue otro paso más, el enésimo, en la dirección prevista. El siguiente, probablemente, será TAP. Y Air Europa.
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